jueves, 8 de mayo de 2008

FLANEUR

Como ejemplo se puede poner a el viajero contemplador y reflexivo que disfruta a su manera del paisaje, el sujeto que erra lentamente por las calles, que se entrega ociosa, imaginativamente, sin un plan prefijado, a lo que le ofrece el destino. Tengo para mí que es una buena forma de viajar: lanzarse azarosamente a la promesa de ese destino sin las tiranías de los horarios, los mapas, las rutinas, abandonarse a la posibilidad de una revelación —espiritual, sensorial, educativa— que quizás aparezca o quizás no, pero siempre con la consigna de dejarse llevar por lo que los sueños que tiene aquel viajero.

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